JOSEFINA DE LA TORRE

(Las Palmas de Gran Canaria, 1907- Madrid, 2002)

Una de las grandes figuras de las letras canarias, y españolas, del siglo XX. Personalidad desbordante que abarca ámbitos tan diversos como la Literatura, el Cine, el Teatro y la Música.

La menor de los seis hijos de Bernardo de la Torre y Cominges y de Francisca Millares Cubas, pertenece a una familia de artistas (era prima del pintor Néstor de la Torre y tía de Manuel Millares) de la burguesía culta y liberal de las Islas Canarias.

Por estar dotada para la música —además de componer, tocaba el piano, la guitarra y el violín— su formación inicial se orienta hacia esa actividad aunque, ya en 1914, compone sus primeros versos dedicados al escritor canario Benito Pérez Galdós.

En 1924, realiza su primer viaje a Madrid donde, de la mano de su hermano Claudio, Premio Nacional de Literatura de ese mismo año, conoce los ambientes literarios y artísticos de la vanguardia madrileña entablando amistad, entre otros, con Buñuel, Dalí, Alberti, Lorca o Cernuda.

En 1927, venciendo ciertas reticencias de su familia, vuelve de nuevo a la capital para estudiar canto en la academia de Dahmen Chao, y da varios conciertos. Además, formará parte, como soprano, de la Compañía de Zarzuelas del maestro Sorozábal interviniendo, asimismo, como solista, en la Orquesta Sinfónica de Madrid. No será, sin embargo, hasta 1935 cuando se instale definitivamente en Madrid; el año anterior fue la única mujer, junto a Ernestina de Champourcin, incluida por Gerardo Diego en su selección Poesía española. Antología (Contemporáneos). Durante la Guerra Civil, tuvo que volver temporalmente a las islas y publicar, con el seudónimo de Laura de Cominges, “novelas románticas y de misterio para señoritas de provincias” en la colección La Novela Ideal, como medio de sobrevivir durante la contienda.

Por otra parte, continúa su obra poética colaborando en varias revistas literarias. En 1927 había publicado su primer poemario Versos y estampas con prólogo de Pedro Salinas, al que ella consideraba su maestro y del que recibió gran influencia, y en 1930 aparecen los poemas considerados más emblemáticos de su obra: Poemas de la Isla. (Salinas habló de ella como de “la muchacha-isla” por las connotaciones insulares de su obra.) Su poesía sigue de cerca el estilo de las vanguardias artísticas de la época; no en vano, Josefina de la Torre ha sido considerada “la última voz del 27”. Su tercer poemario, Marzo incompleto, apareció en 1947 en las páginas de la revista Fantasía, y el cuarto, Medida del tiempo, permaneció inédito hasta 1989.

En 1940, tras una larga experiencia como actriz colaborando en los proyectos teatrales y cinematográficos de su hermano Claudio (como en el vanguardista Teatro Mínimo que él había dirigido, siendo ambos muy jóvenes, en su entorno familiar), debuta profesionalmente en Madrid, donde llegará a ser primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero disfrutando de una época de esplendor como actriz de teatro durante la década de los sesenta; años en los que conoce, además, al que sería su marido, el actor Ramón Corroto. Trabajó también con otras compañías teatrales de prestigio en el programa Teatro Invisible de Radio Nacional y en Televisión Española, sin dejar de compaginar estos trabajos con la escritura de novelas cortas.

En el año 2000 fue nombrada académica honoraria de la Academia Canaria de la Lengua. En 2002 recibió la Cruz de la Orden Islas Canarias y fue nombrada Hija Predilecta de Las Palmas. El 12 de julio de ese mismo año murió en su casa de Madrid. Su legado fue depositado en la Casa-Museo Pérez Galdós (Las Palmas).

LITERATURA

Los fundamentos poéticos de su obra participan de los principios generales que confirman la Generación del 27 y que son apreciables en la voz de los poetas que la integran: sencillez formal, lirismo interior y un lenguaje cercano a la expresión popular. Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre son las dos únicas mujeres que Gerardo Diego incluyó en su Antología Poesía Española (Contemporáneos), de 1934.

Adscrita por la crítica a la órbita estética de Pedro Salinas, quien prologa su primer poemario, Versos y estampas (1927), su creación poética recibió desde los inicios la atenta mirada de su hermano Claudio de la Torre, Premio Nacional de Literatura en 1924. Fue justamente Pedro Salinas quien acuño la definición de «Muchacha-Isla» para referirse a las resonancias claramente insulares de la poética de Josefina de la Torre y que resultaría, a la postre, el rasgo diferenciador de su poesía en el conjunto de la Generación del 27.

A Versos y estampas le siguen Poemas de la isla (1930), poemario emblemático de toda su obra. En 1968 se publica su tercer poemario, Marzo incompleto, y, tras un prolongado y voluntario silencio poético, se publica Medida del tiempo, recogido en la Antología sobre su obra que publica Lázaro Santana en la colección Biblioteca Básica Canaria en 1989.

Durante los años ochenta, Josefina de la Torre escribe el poemario Él, su último poemario, manuscrito e inédito.

MÚSICA: De Barbieri a Debussy

Su formación inicial se orienta hacia la música, toda vez que su tío Néstor de la Torre, barítono, advierte en ella cualidades excepcionales para el canto, estudios que compagina, en Gran Canaria, con los de piano, violín y guitara. En 1927 pasa largas temporadas en Madrid donde perfecciona sus estudios de canto en la escuela de Dahmen Chao.

En 1935, Josefina de la Torre fija su residencia en Madrid con el propósito de dedicarse a la música. En febrero de ese mismo año da un concierto en el Teatro María Guerrero que se anuncia como Concierto de 1900 y en el que está acompañada  l piano por el escritor Cipriano Rivas Cheriff.

«(…) Josefina cantó canciones de Tosti y Denza; fragmentos de óperas de Puccini y de Massenet; romanzas de zarzuelas de Barbieri, Caballero y Chapí. Quizá la parte del concierto que más sorprendió al público fueron las habaneras de lánguido ritmo que Josefina interpretó con su talento, su fino humor, su

gracia criolla, acompañándose ella misma a la guitarra» (Josefina de la Torre, Poemas de la isla. Lázaro Santana.BBC, 1989).

Otros escenarios recogieron la huella de Josefina de la Torre como cantante: el Lyceum Femenino, el Club Medina, el Instituto San Isidro de Madrid, el Monumental Cinema o la Residencia de Estudiantes.

Fue en este último escenario donde, en 1936, ofreció un memorable recital interpretando canciones de Fauré, Debussy, Esplá, Saint-Saëns… Un amplio registro que prueba la versatilidad de su voz y su sólida formación, como certifica su ingreso en la Orquesta Sinfónica de Madrid y en la Compañía de Zarzuelas del maestro Sorozábal.

Josefina de la Torre compuso sus propias partituras, una de ellas lleva por título Puerto de mar.

TEATRO: Del Teatro Mínimo a primera Actriz del María Guerrero

  Josefina de la Torre comenzó como actriz en una experiencia familiar en la casa de la playa de Las Canteras, (Las Palmas de Gran Canaria), donde funda a finales de los años veinte del pasado siglo un pequeño escenario, Teatro Mínimo, que dirigía su hermano Claudio de la Torre y que sería calificado en la prensa madrileña de la época como una versión insular de El Mirlo blanco barojiano.

 Su mayor éxito profesional sobre los escenarios ocurre en 1940, año en que debuta como primera actriz en el Teatro María Guerrero con la obra La rabia / La cena del Rey Baltasar, basada en la obra original de Pedro Calderón de la Barca y dirigida por Luis Escobar.

En 1946 funda su propia compañía de comedias, junto a su marido, el también actor Ramón Corroto. Contando siempre con la dirección artística de su hermano Claudio de la Torre, esta compañía lleva a escena una quincena de obras, entre otras: El caso de la mujer asesinadita, de Miguel Mihura, y Casa de Muñecas, de Henrik Visen.

Otras compañias contaron con Josefina de la Torre como actriz: Nacional de Cámara y Ensayo del Teatro María Guerrero, DIDO pequeño teatro, T.O.A.R. y el Teatro Nacional de Cámara y Ensayo del Teatro Español.

Durante los años sesenta del siglo XX trabajó en prestigiosas compañías como las de Amparo Soler Leal, Nuria Espert, María Fernanda D’Ocon o María Luisa Ponte. En muchas de ellas compartió cartel con su marido, Ramón Corroto.

Formó parte del cuadro de actores de Radio Nacional en el Teatro Invisible y, posteriormente, en Radio Madrid. Su última aparición como actriz fue en la serie de Televisión Española Anillos de oro, en 1983, junto a la actriz y guionista de la serie, Ana Diosdado.

CINE: Memorias de una estrella

El mundo del cine, entre los años de 1934 a 1945, le permite abordar, como corresponde a su personalidad polifacética, trabajos no sólo como actriz, sino como ayudante de dirección, guionista y columnista de la revista cinematográfica `Primer Plano´.

Llegó por primera vez a los estudios de la Paramount en Joinville (Francia) en 1931 y tres años más tarde comienza a trabajar en labores de doblaje para esta productora norteamericana. Durante esta etapa coincide con un viejo amigo, Luis Buñuel, con quien comparte tareas de doblaje bajo las órdenes de Claudio de la Torre en la película Miss Fanes’s Baby is Stolen, (Un secuestro sensacional), de Alexander Hall, estrenada en España en 1935.

Su primer papel importante fue en la película Primer amor, dirigida por Claudio de la Torre. A ésta le siguen: La blanca paloma (Claudio de la Torre); Y tú, ¿quién eres?, (Julio de

Flechner); Misterio en la marisma (Claudio de la Torre); El camino del amor (José María Castellví); Una herencia en París (Miguel Pereyra) y La vida en un hilo, su último trabajo de la mano de Edgar Neville.

Entre 1943 y 1944 mantiene una intensa actividad cinematográfica que compagina con su labor en la revista Primer Plano, en cuya portada aparece en dos ocasiones, y donde ejerce, además, como articulista y entrevistadora de las estrellas emergentes del celuloide. Pero, tras su trabajo con Edgar Neville, decide abandonar el mundo del cine y regresa a la Literatura. Publica Memorias de una estrella, novela que narra la historia de una actriz que abandona el cine en pleno éxito.

Durante estos años Josefina de la Torre no abandona su labor como actriz de doblaje. Su sólida voz será su actividad más nutricia. Es la voz de estrellas del celuloide como Martin Carol, aunque en este punto hay que destacar el que es su doblaje emblemático: Josefina de la Torre prestó su voz en castellano Marlene Dietrich.

MIS AÑOS (marzo incompleto)

Mis años compañeros,

Años míos, inciertos,

Niños desordenados,

Al salir del colegio…

Ya son dos y son tres,

Compás del mismo tiempo,

Maravilla segura

De inagotable anhelo…

Mi corazón latió

Veintitrés balanceos

Mi corazón amigo,

Buen profesor pequeño.

Y hoy no sé qué me pasa…

Y hoy no sé lo que tengo…

¿es uno más, amigo?

¿uno más…o uno menos?

NOCHES…. (Medida del tiempo)

Noches sobre la playa: rumor de orilla fresca.

Blanco batir de remos que la sombra sorprende.

Sobre la barra grande los hachones de pesca,

Yun cuerpo perezoso que en la arena se tiende.

En lo alto de la Isleta del faro gira y gira.

Un denso olor a algas… Venus, la Osa Mayor…

Rasguea una guitarra. Una mujer suspira.

La brisa trae armas de madreselva en flor.

Y en las noches de luna, sentados en la acera,

Al ritmo melodioso de una antigua habanera

Lánguida y cadenciosa con su aire dulzón,

Evocar las figuras de la memoria mía

(los padres, el hermano, Dolores y María)

Envuelta entre los pliegues de un viejo pañolón.

fuente: http://www.josefinadelatorre.com // Real Academia de la Historia

La ridícula idea de no volver a verte

‘La ridícula idea de no volver a verte’, un libro conmovedor escrito «como quien está bailando con la propia escritura»

Un programa especial en el que contamos con la colaboración de la propia Rosa Montero narrando las partes más personales de la obra

'La ridícula idea de no volver a verte', un libro conmovedor escrito "como quien está bailando con la propia escritura"

‘La ridícula idea de no volver a verte’, un libro conmovedor escrito «como quien está bailando con la propia escritura»

RedacciónCadena SER20/03/2022 – 10:00 CET

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Cuando a nuestro director Antonio Martínez Asensio se le ocurrió llamar a Rosa Montero para ofrecerle participar en el programa no pensó que su respuesta fuera tan entusiasta ni que ella fuera tan generosa. Se puso enseguida a nuestra disposición y se ofreció a hacer lo que quisiéramos. Antonio no tenía claro cuáles serían las voces de este libro en ‘Un libro una hora’, pero en seguida se dio cuenta de que haría falta darle voz a Marie Curie (interpretada magníficamente por Marisol Navajo) y que Rosa Montero debería contar las partes más personales del libro, las que tienen que ver con su duelo y con las reflexiones más íntimas. Así se lo propusimos y ella aceptó. Vino a grabar con su perrita, que estuvo en sus brazos, sin moverse y sin hacer ruido, durante toda la grabación. Para nosotros ha sido un privilegio contar con ella y creemos que este programa se queda para la historia de la radio.

Rosa Montero nació en Madrid y estudió periodismo y psicología. Colaboró con grupos de teatro independiente, como Canon o Tábano, a la vez que empezaba a publicar en diversos medios informativos (Fotogramas, Pueblo, Posible). Desde finales de 1976 trabaja de manera exclusiva para el diario El País, en el que fue redactora jefa del suplemento dominical durante 1980-1981. En 1978 ganó el Premio Mundo de Entrevistas, en 1980 el Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios y en 2005 el Premio de la Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional.

La obra de Rosa Montero

La escritora ha publicado un gran número de novelas: ’Crónica del desamor’ (1979), ‘La función Delta’ (1981), ‘Te trataré como a una reina’ (1983), ‘Amado Amo’ (1988), ‘Temblor’ (1990), ‘Bella y Oscura’ (1993), ‘La hija del caníbal’ (Premio Primavera de Novela en 1997), ’El corazón del Tártaro '(2001), ’La Loca de la casa’ (2003) -Premio Qué Leer 2004 al mejor libro del año, Premio Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en el 2005, Premio Roman Primeur 2006 (Francia) y Grand Prix Littéraire de Saint-Emilion, Pomerol, Fronsac (2005-2006)-; ’Historia del rey transparente’ (2005) -Premio Qué Leer 2005 al mejor libro del año y Premio Mandarache 2007-; ’Instrucciones para salvar el mundo '(2008) -Premio de los Lectores del Festival de Literaturas Europeas de Cognac (Francia, 2011)-; ’Lágrimas en la lluvia’ (marzo 2011), ’Lágrimas en la lluvia. Cómic’ (octubre 2011) -Premio al Mejor Cómic 2011 por votación popular (Salón Internacional del Cómic de Barcelona)-, ’La ridícula idea de no volver a verte’ (marzo 2013) -Premio de la Crítica de Madrid (2014) y Prix du Livre Robinsonnais 2016 dans la catégorie Romans étrangers de la Bibliothèque du Plessis Robinson-; ’El peso del corazón’ (2015), ’La carne’ (2016), ’Los tiempos del odio’ (2018) y ’La buena suerte’ (2020). También ha publicado el libro de relatos ’Amantes y enemigos’, Premio Círculo de Críticos de Chile 1999, y dos ensayos biográficos, ’Historias de mujeres’ y ’Pasiones’, así como cuentos para niños y recopilaciones de entrevistas y artículos.

Su obra está traducida a más de 20 idiomas, es Doctora Honoris Causa por la Universidad de Puerto Rico y Premio Internacional Columnistas del Mundo 2014. En 2017 fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras. En 2018 fue nombrada Profesora Honoraria del Departamento Académico de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú. En febrero de 2019 se crea el Aula Rosa Montero en la facultad de Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Durante el año 2020, ‘Los tiempos del odio’ ganó el Premio Violeta Negra Occitanie 2020 del Festival Toulouse Polars du Sud en Francia y Rosa Montero obtuvo el Premio de honor del Festival Panamá Negro. Es Miembro de Honor de la Universidad de Málaga.

Un libro que nace de un incendio de palabras

Cuando Rosa Montero leyó el maravilloso diario que Marie Curie comenzó tras la muerte de su esposo, sintió que la historia de esa mujer fascinante que se enfrentó a su época le llenaba la cabeza de ideas y emociones. ‘La ridícula idea de no volver a verte’ nació de ese incendio de palabras, de ese vertiginoso torbellino. Al hilo de la extraordinaria trayectoria de Curie, Rosa Montero construye una narración a medio camino entre el recuerdo personal y la memoria de todos, entre el análisis de nuestra época y la evocación íntima. Habla de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la buena muerte y de la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de la existencia con plenitud y con ligereza.

Vivo, libérrimo y original, este libro inclasificable incluye remembranzas, amistades y anécdotas que transmiten el primitivo placer de escuchar buenas historias. Un texto auténtico, emocionante y cómplice como la misma autora explicó en una entrevista: “Hay una parte de biografía muy poco convencional de Marie Curie, hay cosas de mi propia vida, hay historias de otra gente, microrelatos, aunque la estructura es muy narrativa, pero no es una novela. Este libro está más cercano a lo biográfico, pero hasta eso está tratado de una manera bastante pudorosa, así que no me he sentido más desnuda que en otras obras. Fue un libro que salió como un torrente en once meses, escrito como quien está bailando con la propia escritura. He disfrutado mucho, me he reído, me he emocionado mucho, me he conmovido escribiéndolo”.

fuente: cadena SER

La ridícula idea de no volver a verte

Rosa Montero

3 mayo, 2013 02:00 Pilar Castro

Rosa Montero. Foto: Antonio M. Xoubanova

Seix Barral, 2013. 240 pp. 18 euros. Ebook: 9’91 e.

La ridícula idea de no volver a verte ¿Por qué no empezar por el enunciado que ilustra la portada del libro, alusivo al revés que supone la muerte? ¿Por qué no arrancar diciendo que este no es un libro sobre la muerte, sino sobre la vida? ¿Por qué no traer a colación las palabras de dos de los escritores que, en los últimos años, han arrastrado a sus páginas el tema como solo la gran literatura permite que ocurra? Uno de ellos, Rafael Chirbes, escribió en Crematorio (2007) que representar el dolor te lo quita de encima, o lo convierte en otra cosa, en otra forma de sufrimiento, que es distinta porque parece que no es inconsolable. Y eso es lo que hace Rosa Montero en este libro: servirse de la excusa que le brinda desbrozar el Diario íntimo de la gran Marie Curie (escrito en 1906 con motivo de la muerte de Pierre Curie), explorar su magnitud profesional en una época en que a las mujeres no les estaba permitido casi nada (y ella mereció dos premios Nobel, uno de Física, con su marido, y otro de Química, en solitario); merodear por el dolor de esa mujer tratando de entender el suyo, y así vaciarse en uno de esos relatos inolvidables, una compleja construcción emocional que carga de significado la literatura, por constatar que vivir consiste en ir sumando preguntas a la única gran certeza: la ausencia de respuestas.

Y en esto consiste escribir sobre la muerte, viene a decir Marcos Giralt en Tiempo de vida (2010), en crear un «subterfugio del duelo», un discurso sobre algo «tan acuciantemente real» que la expresión de ese algo tan indecible espolea las emociones del lector haciendo que los dos (escritora y lector) se encuentren en el corazón de su relato. Esto sólo puede encauzarlo quien cuenta en su haber literario con una extensa e intensa biografía de títulos que se las han visto con la ficción y con la realidad. Quien, llegada la ocasión de manejar «la sustancia radioactiva de lo real», sabe estar a la altura. Por eso la ocasión, propiciada por su editora, que le instó a contar a su manera la vida de la científica polaca, derivó en esta otra historia, la suya con el periodista Pablo Lizcano, contada, tres años después de su muerte, como un envolvente relato que pone en palabras la alquimia surgida de narrar su dolor leyendo el de la otra mujer. Sucede, así, entre las páginas de este libro, lo que nadie expresó mejor que el ensayista francés Blanchot, reflexionando sobre cómo la escritura sirve de sustento a algo tan desgarradoramente humano: «cuando el verdadero dolor cae sobre ti lo primero que te arranca es la palabra». Sucede, así, que todo en él es de una autenticidad incuestionable, empezando por el lenguaje, que lo convierte en biografía emocional, en motivo de la propia reflexión y señuelo de «hashtags» por los que orientarse si uno desea buscar las palabras esenciales que sustentan el conjunto. Siempre, nunca, ambición, culpa, debilidad, felicidad, intimidad, dolor, ciencia… Son las esquinas que conducen a otros lugares de interés sobre el mundo de la escritora, que es el nuestro. Por eso interesa, y emociona. Y no es posible dejar de leer sin concluir que este es el libro más hermoso que ha escrito Rosa Montero. Lo será para muchos. Lo es para quien esto escribe.

Lo que más me gusta son los monstruos, Emil Ferris

Maria Cardona, 26/10/2018 Pikara Magazine

Cuesta creer que Lo que más me gusta son los monstruos sea la primera novela gráfica de la estadounidense Emil Ferris pero lo es y eso certifica que estamos ante una autora con un talento y una sensibilidad explosivas.

Lo que más me gusta son los monstruos (My favourite thing is monsters) se sitúa en el Chicago de los años 60, en pleno momento álgido de la lucha por los derechos civiles que, en el cómic, vivimos a través de los ojos de la población afroamericana, latina y lgtbiq.

La protagonista es Karen Reyes, una joven con una imaginación desbocada que ha creado un mundo donde monstruos, fantasmas y seres oscuros la aceptan como una más, a diferencia de sus compañeros de colegio que la someten a continuos abusos y humillaciones . Karen es considerada “rara” por el resto de compañeros de clase y para ilustrar esa realidad Emil Ferris recurre a un ingenioso truco: dibuja a la pequeña Karen con apariencia de monstruo. Mandíbula desencajada, colmillos enormes, zarpas, y un sexo indeterminado que nos permite visualizar a la joven Karen tal y como ella se ve a sí misma. Esa será la apariencia de la protagonista durante todo el cómic a excepción de una sola viñeta en la que su hermano y protector Deeze la fuerza a mirarse al espejo y reconocerse como lo que realmente es: un ser humano digno de ser respetado y amado y no una bestia deforme.

La trama de la novela echa a andar cuando un suceso inesperado trastoca la vida de nuestra joven inadaptada: su vecina Anka Silverberg, la “mujer más bella” que jamás ha conocido Karen, es asesinada. O al menos eso dicen las fuentes policiales. Karen, sin embargo, sospecha que algo extraño ha sucedido entorno a la muerte de su vecina, una superviviente del holocausto, y ataviada con una gabardina que le queda demasiado grande y un sombrero destartalado, inicia una particular investigación que pondrá sobre las cuerdas a más de un vecino.

Lo que hace de “Lo que más me gusta son los monstruos” una novela gráfica excepcional es todo lo que sucede a partir de ese momento. Emil Ferris crea una trama que se desplega con soltura por diferentes registros y episodios históricos: un dramático viaje a la alemania nazi, el asesinato de Martin Luther King, la constante amenaza que se cierne sobre unos jóvenes que rechazan ser enviados a Vietnam, los ecos del movimiento contracultural…

La galería de personajes y subtramas que gira entorno a la investigación de Karen Reyes demuestra una sensibilidad especial por parte de Emil Ferris. Una sensibilidad política, llena de matices y, aunque compleja, sutil. Cuando Martin Luther King es asesinado, uno de los pocos amigos de Karen, una especie de Frankestein afroamericano, pobre y gay, es increpado por otro afroamericano que le recuerda que los “negros desviados” como él no pueden estar de luto por King porque son una vergüenza para su raza. Con una simple escena, en pocas viñetas, queda retratada la postura de esa pujante élite afroamericana que ya empezaba a emerger en Chicago y que auparía al poder, décadas después, a Barack Obama.

Otra escena que sirve de contexto a la trama principal: cuando Karen y su mejor amiga Missy exploran su sexualidad, su incipiente e inocente atracción lésbica es atajada de raíz por parte de la familia de Missy, que alude a los orígenes mexicanos de la familia de Karen para justificar una conducta sexual desviada que ejerce, además, una mala influencia sobre su hija. Racismo y clasismo contextualizan socialmente la obra pero el cómic también se apoya en dos ejes fundamentales a la hora de conseguir su lograda ambientación. Uno tiene que ver con el uso de personajes arquetípicos de las historias de terror. Vampiros, seres deformes, monstruos…son utilizados por los diferentes personajes para explorar su identidad queer. Por otro lado, la novela incluye representaciones de diferentes pinturas conocidas -especialmente del surrealismo y romanticismo- que ayudan a Karen a conseguir pistas en su investigación y que refuerzan dos características básicas del personaje: su tendencia a evadirse del mundo real mediante el arte y su especial sensibilidad.

Entre episodio y episodio, escenas propias de una época muy concreta de la historia de los EEUU van fundiéndose con costumbrismos propios de un cómic juvenil más clásico (tensiones familiares, desamores, alienación adolescente) y con otras subtramas de acción que hacen de este un cómic completo y redondo. El trazo del dibujo es, además, vívido y muy logrado. En ciertas partes el dibujo es poco más que un esbozo, pero todo es intencionado: no hay que olvidar en ningún momento que Lo que más me gustan son los monstruos es el diario de una joven adolescente que se dedica a plasmar sus vivencias cotidianas en forma de dibujo. Un dibujo que refleja todo ese vaivén emocional que sacude a la protagonista y que acaba enterneciendo, por fuerza, a quién la acompañe en su investigación.

Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris

A la espera de un segundo volumen que ponga fin a la historia de Karen Reyes, echamos la vista atrás para analizar Lo que más me gusta son los monstruos, la multipremiada obra de Emil Ferris.

Por Sergio Fernández Atienza 15 diciembre, 2020

«Esa será la diferencia… un monstruo bueno a veces asusta porque tiene un aspecto peculiar y colmillos… algo que no puede controlar… en cambio los monstruos malos quieren tener el control… que todo el mundo esté asustado para que puedan llevar la batuta.»

Una reseña nunca llega tarde, ni pronto. Llega exactamente cuando se lo propone. En el pasado mes de octubre, con motivo de la iniciativa #LeoAutorasOct, en Zona Negativa quisimos repasar las carreras de algunas de las autoras más relevantes en el mundo de las viñetas. A pesar de contar con solo una obra publicada, Emil Ferris debía estar, sí o sí, entre las elegidas. Sin embargo, por una serie de catastróficas desdichas, Lo que más me gusta son los monstruos no había tenido su espacio en esta Santa Casa. Debíamos enmendar ese error y de ahí, amigo lector, que estés leyendo estas líneas.

Aunque en la citada iniciativa abordamos la biografía de Emil Ferris, es necesario volver a refrescar la vida de esta autora por la estrecha vinculación que tiene con su novela gráfica. Ferris nació en el corazón del Estado de Illinois (Chicago) en 1962. Sus primeros años auguraban un futuro lleno de obstáculos que, desafortunadamente, se fueron materializando. Sus padres, artistas, le transmitieron una destreza que con el tiempo fue puliendo. Al disponer de pocos recursos económicos, Ferris apenas contaba con dos libretas y un par de bolígrafos por curso con los que comenzó a dar rienda suelta a su creatividad. Como consecuencia de un problema de escoliosis, sufrió bullying en el colegió y ya más mayor padeció en sus propias carnes la bajeza de la homofobia. El drama no finaliza aquí.

En el año 2001 una picadura de mosquito le produjo la (tan de actualidad) Fiebre del Nilo, por lo que perdió la movilidad de cintura para abajo, así como el movimiento de su mano derecha, con la cual dibujaba. Este hecho no impidió que Ferris dejara a un lado sus sueños. Aún en silla de ruedas decidió matricularse en el Art Institute de Chicago. Allí comenzó a gestar Lo que más me gusta son los monstruos, obra que vería la luz tres lustros más tarde, no sin antes encontrarse con más barreras.

Como si un genio malvado hubiese querido trastear con su destino, Emil Ferris se topó con la negativa de 48 editoriales que no vieron porvenir a la publicación. Finalmente fue The Other Press quien accedió a llevar a buen puerto su edición, pero, tras cinco años, tuvo que bajarse del proyecto ante el tamaño que estaba tomando. Así apareció Fantagraphics, recogiendo el guante y encargando 10.000 ejemplares a una compañía china. Sin embargo, la empresa asiática quebró quedando toda la tirada atrapada en el Canal de Panamá. Todos estos contratiempos no impidieron que fuera publicado en el país del Tío Sam en 2017. Como Job en el Antiguo Testamento, Ferris superó todas estas duras pruebas para finalmente convertir los fracasos en éxitos.

A la vejez, viruelas. Con 55 años, la otrora desconocida Emil Ferris entró por la puerta grande del noveno arte sorprendiendo a propios y extraños. La crítica aplaudió a rabiar lo que much@s consideran una de las obras maestras de los últimos años. Con una única novela gráfica Ferris ha conseguido lo que muy pocos logran en toda una carrera. A saber, mejor novela gráfica, mejor artista y mejor coloreado en los Eisner, dos premios Ignatz, el premio fauve D’Or en el Salón de Angouleme, el premio Gran Guinigi en el Festival de Lucca, el premio al mejor Cómic Internacional del Salón Internacional del Cómic de Barcelona… y unos cuantos más. Gracias a Lo que más me gusta son los monstruos, Emil Ferris ha cosechado multitud de elogios procedentes de colegas como Alison Bechdel, Chris Ware o Art Spiegleman. La crèmè de la cremè.

Ambientada a finales de los años sesenta, Emil Ferris se abre el corazón para ofrecernos una obra con tintes autobiográficos. Su protagonista, Karen Reyes, es una proyección de la propia autora y aunque los hechos sean ficción tanto el contexto como a nivel emocional nos encontramos con un relato que rezuma un gran verismo. El Uptown de Chicago, viejo conocido de Ferris, es el escenario en el que Karen hará su particular gincana a modo de investigación. Con una vieja gabardina, como si de Colombo se tratase, esta preadolescente tratará de descubrir si la muerte de su vecina fue en realidad un asesinato y no un suicidio como aseguran las fuentes policiales.

De esta forma, para conocer la vida de la malograda Anka, Ferris utiliza el viejo recurso de contar una historia dentro de otra. Sin embargo, su principal virtud es cómo lo lleva a cabo. Karen va recogiendo sus vivencias mediante dibujos y anotaciones en un cuaderno que hace las veces de diario. La propuesta juguetona de Ferris hace que cuando tengamos un ejemplar en las manos de Lo que más me gusta son los monstruos parezca que, en realidad, estemos abordando el diario de la protagonista. Cada página simula ser una hoja propia de un cuaderno de anillas gracias a sus líneas horizontales y los agujeros dibujados en cada lateral. Una delicatessen que, como veremos más adelante, se completa con un dibujo magistral.

Más allá de Karen y Anka, Ferris nos presenta una pléyade de secundarios de lo más variopinto. La primera vive con su madre y con Deeze, su hermano mayor. A pesar de tener una estrecha relación, la pequeña Reyes comprobará que los secretos y las mentiras están a la orden del día en su querido hogar. El resto del edificio está compuesto por una comunidad de vecinos que haría las delicias de Alex de la Iglesia. El Sr. Chugg y sus muñecos, todo un jefecillo del crimen organizado como el Señor Gronan y su mujer, o Sam Silverberg, viudo de Anka, están perfectamente construidos pese a sus breves apariciones.

Karen es un alter ego de la autora y una persona excepcionalmente madura para su edad. Se ve a sí misma como una niña-lobo. Los constantes cambios físicos propios de la edad, así como el desarrollo de su propia identidad convierte a Lo que más me gusta son los monstruos en un tour de descubrimiento. Pese a saberse diferente, Karen no busca aceptación social. En las más de 400 páginas que tiene la novela, tan solo en una de ellas veremos el verdadero rostro de su protagonista. Karen experimenta sentimientos de desamor, de pérdida… la tragedia revolotea acechando su día a día. Pese a que Emil Ferris nos cuenta una historia desgarradora, no se recrea en el drama. Para esta autora estadounidense, sufrir es parte del regalo de estar vivo. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Añadiremos, pues, que el dolor es su principal sintomatología, pero Ferris no lo evita. Todo lo contrario, lo abraza cariñosamente. Ferris fusiona realidad y ficción en un ejercicio de superación y comparte con Karen su propia personalidad.

A modo de cajón de sastre, multitud de elementos tienen cabida en Lo que más me gusta son los monstruos. Sin embargo, lo que puede parecer un totum revolutum por parte de la autora no lo es tal. Temas como la muerte, el holocausto nazi, el racismo o la pedofilia ponen de manifiesto que para Ferris hay dos tipos de monstruos: los buenos y los malos. No es de extrañar que la autora denuncie la situación de los hispanos, los negros o los indios americanos en su barrio natal. Así pues, Ferris hace una radiografía sociológica de los convulsos años 60 utilizando el asesinato de Martin Luther King o el movimiento hippie (coqueteo con las drogas de la jovencísima Karen incluido) como motor cuando la trama lo requiere.

Si Karen está representada como una niña-lobo, su amigo Franklin es un trasunto de Frankenstein. No es casualidad que los dos únicos personajes homosexuales de la obra sean quienes están caracterizados como monstruos. Por terminar de presentar al círculo cercano de la protagonista, afirmaremos que Karen crea a Sandy para que sustituya a su querida Missy. El dolor producido por el rechazo de su antigua alma gemela provoca que Karen construya una amiga imaginaria. Si hay un momento en el que Karen corta el lazo con la realidad (más allá de su apariencia física) es, sin lugar a duda, este.

A nivel gráfico, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra deslumbrante. Con la mera ayuda de bolígrafos Bic, Ferris realiza un trabajo tan original como encomiable. La composición de las páginas, el juego de perspectivas o la expresividad de los personajes son solo algunos de los puntos por los que esta obra ya merece cualquier tipo de elogio. Los rostros que forman parte de la narración están inspirados en personas que Ferris conoció a lo largo de su vida. No solo eso, sino que mediante un crowdfunding realizado mientras gestaba la novela, Ferris ofreció como incentivo incluir las caras de los potenciales patrocinadores. Ni que decir tiene que la iniciativa fue un rotundo éxito. Para escribir los textos y los diálogos, la artista estadounidense optó por utilizar rotuladores. Además, a modo de huevo de pascua, Ferris explica en la propia historia como utiliza formas geométricas para llenar la composición del plano con el objetivo de que el lector no se percate de ello. En definitiva, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra artesanal creada con muchísimo esfuerzo pero cuya siembra ha dado un fruto de absoluta autenticidad.

A lo largo de la obra vemos portadas de publicaciones inventadas por la propia Ferris. Por una parte, sirven como homenaje a las series de terror publicadas entre los años 40 y 50 por la editorial Entertaining Comics (y su archiconocido sello EC) y, por la otra, funcionan a modo de metáfora de lo que nos vamos a encontrar en las páginas siguientes. Puede que en una primera lectura se nos pasen otro tipo de detalles que Ferris fue dejando, como si de miguitas de pan se tratase, a lo largo de la novela gráfica. El reflejo en la pupila de Anka en la portada, diversos rostros ocultos o manchurrones de tinta, claro indicativo de que alguien más ha leído el diario… las relecturas se antojan necesarias para comprender la grandeza de Lo que más me gusta son los monstruos.

En conclusión, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra nada convencional que nos presenta a una protagonista (alter ego de Emil Ferris) a las puertas de la adolescencia. La antigua diseñadora de juguetes se toma su tiempo para contar una historia con un contexto riquísimo. Ferris construye un drama disfrazado de género detectivesco que se caracteriza por su profundidad y capacidad para conmover. La artista norteamericana traspasa su obsesión por los monstruos de la Hammer y los estudios Universal a Karen, quien los utiliza a modo de paraguas para soportar la crudeza de su día a día. Refrescante y tremendamente original, Lo que más me gusta son los monstruos pone en relieve diferentes tipos de abusos, así como la situación de las minorías. Un relato sincero que se ha convertido en un clásico contemporáneo y cuyo único hándicap es que desconocemos su resolución. Hasta entonces, esta joya del noveno arte oposita para entrar en un Olimpo ávido de autoras. Llegó la hora.

Fuente: Zona negativa

El Huésped, de Guadalupe Nettel

por Noé Cárdenas, Letras Libres

La ceguera y el Metro son las coordenadas por las que se desplaza la acción de la primera novela de Guadalupe Nettel (ciudad de México, 1973). La ceguera como una concepción de la vida alternativa a la de los videntes, a partir de la cual la protagonista intenta hallar las claves para descifrar la peculiaridad de su modo de ver el mundo, y el Metro como opción cierta de liberación y refugio ante el naufragio de la ciudad de arriba. Su aparición obedece a la lógica interna de la novela, que está enderezada conforme a la evolución de Ana, la protagonista; al surgimiento de su naturaleza más honda: el huésped del título en el que Ana se transforma. Así, el tema de este libro es el de la transformación de uno mismo en “el loco que somos”, como dice Jean Paulhan en el epígrafe.

El doble, para Nettel, es un parásito que cohabita con uno mismo y que se vale de la misma piel, de la misma carne y huesos para existir. Las comparaciones son desgranadas por la protagonista: la caricatura donde el coyote se quita la piel y es una oveja y ésta, a su vez, hace lo propio y vuelve a ser coyote: historias como la de Alien o costumbres como la de los ácaros que, invisibles, habitan la epidermis. Más que la de abortar al huésped, la preocupación de Ana consiste en defender su identidad ante la invasión del parásito, en asumirlo, en saber que tarde o temprano dominará su personalidad, de tal suerte que sólo queda tenerlo bajo control conociéndolo a fondo.

Desde la infancia, Ana echa mano de procedimientos semejantes a los que más o menos todos hemos practicado como juegos secretos, aunque bajo su óptica, y conforme alcanza la edad adulta, irán perdiendo candor y ganando complejidad hasta configurar un sistema personal de desciframiento que, paralelamente, constituye las pautas del mundo novelesco de El huésped. Por este camino, Ana descubre que La Cosa –así llama al parásito– pertenece a la oscuridad y odia la luz, de modo que coleccionar recuerdos visuales se convierte en una estrategia de control; también lo será, tras una revelación ante el espectáculo de ver a los ojos de un invidente, estudiar la ceguera desde la perspectiva de los ciegos.

¿Por qué de pronto nos sentimos impelidos a infligirnos pequeños suplicios sin razón aparente? ¿Qué nos mueve a arrojarnos de bruces justo a lo que odiamos o nos provoca repugnancia? ¿Cuántas veces nos ha sorprendido un extraño de cuya presencia no teníamos la menor sospecha y que se revela de pronto, incomprensiblemente, dentro de nosotros? Las resoluciones de Nettel a estas preguntas –que deja planteadas por la vía novelesca, alejada de cualquier tentación psicoanalítica– pertenecen al mundo de Ana, pero la narración, iluminando zonas sólo lo suficiente para que el lector complete los hechos relatados, consigue despertar la reflexión acerca de qué motiva ciertos resabios de nuestro carácter que suelen pasar inadvertidos, o a dónde pueden conducirnos.

Así, hechos como la muerte del hermano de la que se autoculpa Ana, o comer voraz y enajenadamente los odiados chícharos directamente de la lata, empeñarse en fabricar recuerdos visuales, buscar ser mordida por alimañas ponzoñosas, sospechar de los mensajes escritos en Braille, entregarse a un mendigo baldado y sucio sin ápice de amor constituyen algunas de las señas que Ana entiende para moverse en los dominios de La Cosa y que terminarán por conducirla a abandonar la vida de la superficie.

Quizá lo más interesante del doble según Guadalupe Nettel sea que no se trata de un Jekill y Hyde, ni de un lado bueno y otro malo que libran una batalla moral. La protagonista de El huésped entabla a lo largo de su vida un constante autoconocimiento, leyendo las mínimas señales e impulsos para asirse a la realidad inventando a cada tramo sus propias herramientas y soluciones. Nunca se refiere a sí misma como una enferma. De hecho, cuando se contagia de hepatitis, la lucidez que le otorga el padecimiento le permite afinar su percepción del parásito. No hay, pues, una Ana convencional y otra ominosa: hay una sola Ana que asume sus peculiaridades únicas. Hacia el final de la novela aflora La Cosa y sería injusto decir que esto constituye el fracaso de la protagonista. Es una realización al revés que dota al personaje de plena identidad.

En la narrativa mexicana el Metro ha sido objeto de crónicas y cuentos (“La fiesta brava” de José Emilio Pacheco es el más memorable), pero no de novelas. Buena parte de la acción de El huésped transcurre en el Metro de la ciudad de México. Aunque Nettel tropieza con algunos lugares comunes –las torteadas a las horas pico–, consigue transmitir algo de la condición subterránea que pocos usuarios advierten ahí abajo, pues, como en la lectura, en el Metro conviene saber leer entre líneas. Mediante paseos ociosos y visitas a los recovecos de las estaciones, Ana lo hace y es introducida a una especie de organización secreta cuyos miembros constituyen una de las tantas ciudades que coexisten en la de México. Quiere la trama que hoy Ana siga vagando y morando en el Metro.

El engolosinamiento en detallar aspectos pueriles cuando Ana evoca su infancia; anécdotas extravagantes, que se antojan sólo para turistas, como la comilona en un panteón, durante un Día de Muertos, a base de tacos de manatí de Xochimilco; lances innecesarios como el rellenado de sobres electorales con caca que serán repartidos en un camión de la basura robado por Ana y su némesis (Marisol, ésta sí aniquilable) son pasajes que desmerecen dentro del conjunto. Con todo, cuando el huésped, si lo hay, de Guadalupe Nettel retoma la pluma, la narración retorna a la lucidez sostenida que le mereció el tercer lugar del Premio Herralde de Novela 2005.

¿QUIÉN ES GUADALUPE NETTEL?

Guadalupe Nettel1​ (Ciudad de México, 27 de mayo de 1973) es una escritora mexicana, ganadora del premio de Narrativa Breve Ribera del Duero con el libro de cuentos El matrimonio de los peces rojos (2013) y del Premio Herralde de novela con Después del invierno (2014). Su obra ha sido traducida a 17 lenguas.2​ Obtuvo un doctorado en Ciencias del Lenguaje en la EHESS de París. Ha colaborado en revistas y publicaciones como Granta, The White Review, El País, The New York Times en Español, La Repubblica y La Stampa, entre otras. Es directora de la Revista de la Universidad de México de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Biografía

Pasó parte de su niñez en el sur de Francia.3​ Desde corta edad padeció problemas oculares, entre ellos nistagmo y cataratas, así como una mancha arriba de una de sus córneas. A causa de estas condiciones sufrió acoso escolar, hecho que, según Nettel, fue una de las razones que la llevaron a refugiarse en los libros y empezar a escribir.4

Antes de terminar sus estudios secundarios, que realizó en el Liceo Franco Mexicano,5​ obtuvo a los 17 años, el premio Punto de Partida, organizado por la dirección de literatura de la UNAM (1991) y a los 18 el segundo lugar en el Grand Prix International a la Meilleure Nouvelle de Langue Française para países no francófonos, organizado por Radio Francia Internacional (1991). Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM1​ y más tarde un doctorado en Ciencias del Lenguaje por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París.3

En 2007 fue seleccionada por el Hay Festival como una de las autoras de Bogotá 39. Desde 2017 dirige la Revista de la Universidad de México.6

Carrera literaria

Guadalupe Nettel ha escrito libros de diferentes géneros: cuento, novela y ensayo. En 2006 publicó la novela El huésped (finalista del Premio Herralde 2005). En 2008 publicó el libro de cuentos Pétalos y otras historias incómodas. Vino después la novela El cuerpo en que nací (2011). En 2013 obtuvo el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero con el libro El matrimonio de los peces rojos37​ y en 2014 el Premio Herralde de Novela con Después del invierno.8

También publicó Para entender a Julio Cortázar, un ensayo corto sobre el escritor argentino y el ensayo Octavio Paz, las palabras en libertad (TaurusColmex).

Ha recibido otros reconocimientos como el Premio Anna Seghers (2009), el premio franco-mexicano Antonin Artaud (2008), el Premio Nacional de Cuentos Gilberto Owen (2007), el Prix Radio France Internationale (1993) y el Premio Punto de Partida (1992).910

Participó con el cuento «Fenêtre» en el proyecto In my Room, dirigido por la artista multimedia Agnès De Cayeux en el Centro Georges Pompidou y adaptado por la cadena de televisión ARTE.11

Entre las reseñas dedicadas a su obra cabe destacar: «Guadalupe Nettel revela la belleza subliminal que hay en los seres de comportamientos extraños y sondea minuciosamente la intimidad de su alma» (Le Magazine Littéraire); «Los lectores avezados disfrutarán de esa nueva voz literaria, tan sofisticada como original, en el panorama de las letras latinoamericanas» (Arcadia, Colombia); «Una de las más singulares escritoras mexicanas» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); «La mirada que posa sobre las locuras suaves o destructoras, las manías, las desviaciones es de una agudeza tal que nos remite a nuestras propias obsesiones» (Xavier Houssin, Le Monde)

Obras

Cuento

Novela

  • El huésped (2006), Anagrama
  • El cuerpo en que nací (2011), Anagrama
  • Después del invierno (2014), Anagrama
  • La hija única (2020), Anagrama

Ensayo

Premios y otros reconocimientos

  • Premio Cálamo, categoría Otra mirada por La hija única. (2020).12
  • Ganadora del XXXII Premio Herralde de Novela (2014)1314
  • Ganadora del III Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero (2013).15
  • Ganadora del premio alemán Anna Seghers (2009)16
  • Finalista del Premio Herralde (2005)
  • Ganadora del premio franco-mexicano Antonin Artaud (2008)
  • Ganadora del Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen (2007)17
  • Seleccionada en el grupo de autores conocido como Bogotá 39 (2007)
  • Segundo lugar en el Grand Prix International a la Meilleure Nouvelle de Langue Française para países no francófonos, organizado por Radio France Internationale (1991)
  • Ganadora del premio de Nouvelle Jeunes Alliance Française, organizado por Alliance Française (1991)18
  • Ganadora, en el género cuento, del XXIV concurso de la revista Punto de Partida, organizado por la dirección de literatura de la UNAM (1991)

fuente: wikipedia

booktok

Quién es Patricia Fernández, la escritora y referente de ‘BookTok’ en España que acerca la lectura a millones de usuarios








La 'tiktoker', escritora y periodista Patricia Fernández.


La ‘tiktoker’, escritora y periodista Patricia Fernández.
INSTAGRAM













































La comunidad de lectores y lectoras en TikTok es conocida como BookTok,
una etiqueta que permite aglutinar todas las noticias, recomendaciones
y, también, «salseos culturales». La reina de esto en España es Patricia Fernández.

Ella
misma se ha denominado la encargada de llevar al público algunos de los
escándalos literarios del pasado y relacionarlo con la reivindicación y
la enseñanza. Por eso, ha sido la ganadora del Premio TikTok de Divulgación, como referente. 

Quien es la ‘tiktoker’ Patricia Fernández

Patricia Fernández Montero
nació el 6 de marzo de 1998 y siempre se ha considerado una apasionada
de la escritura. Por eso, empezó en las redes sociales volcando todo su
trabajo en un blog.

 A los 17 años, ya publicó su primer libro, un poemario llamado Ya no tengo miedo,
en el que denunciaba los malos tratos que había sufrido su madre. Con
esta reivindicación, comenzó su trabajo como activista, al mismo tiempo
que seguía desarrollándose como poeta. 

Poco después, publicó Antología del Amor
mientras comenzaba a estudiar Periodismo y Comunicación Audiovisual y
se centraba en luchar por mejores leyes contra la violencia machista con
la asociación Avanza sin Miedo.

En 2022, ya trabajaba en la radio y hacía entrevistas para su página web, cuando probó TikTok como herramienta transversal para hablar de cultura. Desde entonces, todo ha cambiado. 

Con
400.000 seguidores y creciendo, ha acumulado 10 millones de ‘me gustas’
relacionando todos los escritores clásicos con los ‘salseos’ actuales,
trayendo a este siglo la literatura del pasado. 

Thank you for watching

Apasionada por Lorca, ha sido aplaudida por su labor, extendiendo sus ganas de leer y demostrando que aún hay muchos jóvenes que les encanta la literatura. 

Tras ser la ganadora en 2022 en la misma categoría de divulgación, Patricia Fernández no ha parado. Sigue trabajando en la radio, defendiendo los Derechos Humanos, creando contenido en TikTok y trabajando con muchas marcas como presentadora o entrevistadora. 

Una influencer perfecta para recomendar libros que ha demostrado que se puede hacer mucho con los pocos segundos de atención que brindan las redes sociales. 





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