Lo que más me gusta son los monstruos, Emil Ferris

Maria Cardona, 26/10/2018 Pikara Magazine

Cuesta creer que Lo que más me gusta son los monstruos sea la primera novela gráfica de la estadounidense Emil Ferris pero lo es y eso certifica que estamos ante una autora con un talento y una sensibilidad explosivas.

Lo que más me gusta son los monstruos (My favourite thing is monsters) se sitúa en el Chicago de los años 60, en pleno momento álgido de la lucha por los derechos civiles que, en el cómic, vivimos a través de los ojos de la población afroamericana, latina y lgtbiq.

La protagonista es Karen Reyes, una joven con una imaginación desbocada que ha creado un mundo donde monstruos, fantasmas y seres oscuros la aceptan como una más, a diferencia de sus compañeros de colegio que la someten a continuos abusos y humillaciones . Karen es considerada “rara” por el resto de compañeros de clase y para ilustrar esa realidad Emil Ferris recurre a un ingenioso truco: dibuja a la pequeña Karen con apariencia de monstruo. Mandíbula desencajada, colmillos enormes, zarpas, y un sexo indeterminado que nos permite visualizar a la joven Karen tal y como ella se ve a sí misma. Esa será la apariencia de la protagonista durante todo el cómic a excepción de una sola viñeta en la que su hermano y protector Deeze la fuerza a mirarse al espejo y reconocerse como lo que realmente es: un ser humano digno de ser respetado y amado y no una bestia deforme.

La trama de la novela echa a andar cuando un suceso inesperado trastoca la vida de nuestra joven inadaptada: su vecina Anka Silverberg, la “mujer más bella” que jamás ha conocido Karen, es asesinada. O al menos eso dicen las fuentes policiales. Karen, sin embargo, sospecha que algo extraño ha sucedido entorno a la muerte de su vecina, una superviviente del holocausto, y ataviada con una gabardina que le queda demasiado grande y un sombrero destartalado, inicia una particular investigación que pondrá sobre las cuerdas a más de un vecino.

Lo que hace de “Lo que más me gusta son los monstruos” una novela gráfica excepcional es todo lo que sucede a partir de ese momento. Emil Ferris crea una trama que se desplega con soltura por diferentes registros y episodios históricos: un dramático viaje a la alemania nazi, el asesinato de Martin Luther King, la constante amenaza que se cierne sobre unos jóvenes que rechazan ser enviados a Vietnam, los ecos del movimiento contracultural…

La galería de personajes y subtramas que gira entorno a la investigación de Karen Reyes demuestra una sensibilidad especial por parte de Emil Ferris. Una sensibilidad política, llena de matices y, aunque compleja, sutil. Cuando Martin Luther King es asesinado, uno de los pocos amigos de Karen, una especie de Frankestein afroamericano, pobre y gay, es increpado por otro afroamericano que le recuerda que los “negros desviados” como él no pueden estar de luto por King porque son una vergüenza para su raza. Con una simple escena, en pocas viñetas, queda retratada la postura de esa pujante élite afroamericana que ya empezaba a emerger en Chicago y que auparía al poder, décadas después, a Barack Obama.

Otra escena que sirve de contexto a la trama principal: cuando Karen y su mejor amiga Missy exploran su sexualidad, su incipiente e inocente atracción lésbica es atajada de raíz por parte de la familia de Missy, que alude a los orígenes mexicanos de la familia de Karen para justificar una conducta sexual desviada que ejerce, además, una mala influencia sobre su hija. Racismo y clasismo contextualizan socialmente la obra pero el cómic también se apoya en dos ejes fundamentales a la hora de conseguir su lograda ambientación. Uno tiene que ver con el uso de personajes arquetípicos de las historias de terror. Vampiros, seres deformes, monstruos…son utilizados por los diferentes personajes para explorar su identidad queer. Por otro lado, la novela incluye representaciones de diferentes pinturas conocidas -especialmente del surrealismo y romanticismo- que ayudan a Karen a conseguir pistas en su investigación y que refuerzan dos características básicas del personaje: su tendencia a evadirse del mundo real mediante el arte y su especial sensibilidad.

Entre episodio y episodio, escenas propias de una época muy concreta de la historia de los EEUU van fundiéndose con costumbrismos propios de un cómic juvenil más clásico (tensiones familiares, desamores, alienación adolescente) y con otras subtramas de acción que hacen de este un cómic completo y redondo. El trazo del dibujo es, además, vívido y muy logrado. En ciertas partes el dibujo es poco más que un esbozo, pero todo es intencionado: no hay que olvidar en ningún momento que Lo que más me gustan son los monstruos es el diario de una joven adolescente que se dedica a plasmar sus vivencias cotidianas en forma de dibujo. Un dibujo que refleja todo ese vaivén emocional que sacude a la protagonista y que acaba enterneciendo, por fuerza, a quién la acompañe en su investigación.

Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris

A la espera de un segundo volumen que ponga fin a la historia de Karen Reyes, echamos la vista atrás para analizar Lo que más me gusta son los monstruos, la multipremiada obra de Emil Ferris.

Por Sergio Fernández Atienza 15 diciembre, 2020

«Esa será la diferencia… un monstruo bueno a veces asusta porque tiene un aspecto peculiar y colmillos… algo que no puede controlar… en cambio los monstruos malos quieren tener el control… que todo el mundo esté asustado para que puedan llevar la batuta.»

Una reseña nunca llega tarde, ni pronto. Llega exactamente cuando se lo propone. En el pasado mes de octubre, con motivo de la iniciativa #LeoAutorasOct, en Zona Negativa quisimos repasar las carreras de algunas de las autoras más relevantes en el mundo de las viñetas. A pesar de contar con solo una obra publicada, Emil Ferris debía estar, sí o sí, entre las elegidas. Sin embargo, por una serie de catastróficas desdichas, Lo que más me gusta son los monstruos no había tenido su espacio en esta Santa Casa. Debíamos enmendar ese error y de ahí, amigo lector, que estés leyendo estas líneas.

Aunque en la citada iniciativa abordamos la biografía de Emil Ferris, es necesario volver a refrescar la vida de esta autora por la estrecha vinculación que tiene con su novela gráfica. Ferris nació en el corazón del Estado de Illinois (Chicago) en 1962. Sus primeros años auguraban un futuro lleno de obstáculos que, desafortunadamente, se fueron materializando. Sus padres, artistas, le transmitieron una destreza que con el tiempo fue puliendo. Al disponer de pocos recursos económicos, Ferris apenas contaba con dos libretas y un par de bolígrafos por curso con los que comenzó a dar rienda suelta a su creatividad. Como consecuencia de un problema de escoliosis, sufrió bullying en el colegió y ya más mayor padeció en sus propias carnes la bajeza de la homofobia. El drama no finaliza aquí.

En el año 2001 una picadura de mosquito le produjo la (tan de actualidad) Fiebre del Nilo, por lo que perdió la movilidad de cintura para abajo, así como el movimiento de su mano derecha, con la cual dibujaba. Este hecho no impidió que Ferris dejara a un lado sus sueños. Aún en silla de ruedas decidió matricularse en el Art Institute de Chicago. Allí comenzó a gestar Lo que más me gusta son los monstruos, obra que vería la luz tres lustros más tarde, no sin antes encontrarse con más barreras.

Como si un genio malvado hubiese querido trastear con su destino, Emil Ferris se topó con la negativa de 48 editoriales que no vieron porvenir a la publicación. Finalmente fue The Other Press quien accedió a llevar a buen puerto su edición, pero, tras cinco años, tuvo que bajarse del proyecto ante el tamaño que estaba tomando. Así apareció Fantagraphics, recogiendo el guante y encargando 10.000 ejemplares a una compañía china. Sin embargo, la empresa asiática quebró quedando toda la tirada atrapada en el Canal de Panamá. Todos estos contratiempos no impidieron que fuera publicado en el país del Tío Sam en 2017. Como Job en el Antiguo Testamento, Ferris superó todas estas duras pruebas para finalmente convertir los fracasos en éxitos.

A la vejez, viruelas. Con 55 años, la otrora desconocida Emil Ferris entró por la puerta grande del noveno arte sorprendiendo a propios y extraños. La crítica aplaudió a rabiar lo que much@s consideran una de las obras maestras de los últimos años. Con una única novela gráfica Ferris ha conseguido lo que muy pocos logran en toda una carrera. A saber, mejor novela gráfica, mejor artista y mejor coloreado en los Eisner, dos premios Ignatz, el premio fauve D’Or en el Salón de Angouleme, el premio Gran Guinigi en el Festival de Lucca, el premio al mejor Cómic Internacional del Salón Internacional del Cómic de Barcelona… y unos cuantos más. Gracias a Lo que más me gusta son los monstruos, Emil Ferris ha cosechado multitud de elogios procedentes de colegas como Alison Bechdel, Chris Ware o Art Spiegleman. La crèmè de la cremè.

Ambientada a finales de los años sesenta, Emil Ferris se abre el corazón para ofrecernos una obra con tintes autobiográficos. Su protagonista, Karen Reyes, es una proyección de la propia autora y aunque los hechos sean ficción tanto el contexto como a nivel emocional nos encontramos con un relato que rezuma un gran verismo. El Uptown de Chicago, viejo conocido de Ferris, es el escenario en el que Karen hará su particular gincana a modo de investigación. Con una vieja gabardina, como si de Colombo se tratase, esta preadolescente tratará de descubrir si la muerte de su vecina fue en realidad un asesinato y no un suicidio como aseguran las fuentes policiales.

De esta forma, para conocer la vida de la malograda Anka, Ferris utiliza el viejo recurso de contar una historia dentro de otra. Sin embargo, su principal virtud es cómo lo lleva a cabo. Karen va recogiendo sus vivencias mediante dibujos y anotaciones en un cuaderno que hace las veces de diario. La propuesta juguetona de Ferris hace que cuando tengamos un ejemplar en las manos de Lo que más me gusta son los monstruos parezca que, en realidad, estemos abordando el diario de la protagonista. Cada página simula ser una hoja propia de un cuaderno de anillas gracias a sus líneas horizontales y los agujeros dibujados en cada lateral. Una delicatessen que, como veremos más adelante, se completa con un dibujo magistral.

Más allá de Karen y Anka, Ferris nos presenta una pléyade de secundarios de lo más variopinto. La primera vive con su madre y con Deeze, su hermano mayor. A pesar de tener una estrecha relación, la pequeña Reyes comprobará que los secretos y las mentiras están a la orden del día en su querido hogar. El resto del edificio está compuesto por una comunidad de vecinos que haría las delicias de Alex de la Iglesia. El Sr. Chugg y sus muñecos, todo un jefecillo del crimen organizado como el Señor Gronan y su mujer, o Sam Silverberg, viudo de Anka, están perfectamente construidos pese a sus breves apariciones.

Karen es un alter ego de la autora y una persona excepcionalmente madura para su edad. Se ve a sí misma como una niña-lobo. Los constantes cambios físicos propios de la edad, así como el desarrollo de su propia identidad convierte a Lo que más me gusta son los monstruos en un tour de descubrimiento. Pese a saberse diferente, Karen no busca aceptación social. En las más de 400 páginas que tiene la novela, tan solo en una de ellas veremos el verdadero rostro de su protagonista. Karen experimenta sentimientos de desamor, de pérdida… la tragedia revolotea acechando su día a día. Pese a que Emil Ferris nos cuenta una historia desgarradora, no se recrea en el drama. Para esta autora estadounidense, sufrir es parte del regalo de estar vivo. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Añadiremos, pues, que el dolor es su principal sintomatología, pero Ferris no lo evita. Todo lo contrario, lo abraza cariñosamente. Ferris fusiona realidad y ficción en un ejercicio de superación y comparte con Karen su propia personalidad.

A modo de cajón de sastre, multitud de elementos tienen cabida en Lo que más me gusta son los monstruos. Sin embargo, lo que puede parecer un totum revolutum por parte de la autora no lo es tal. Temas como la muerte, el holocausto nazi, el racismo o la pedofilia ponen de manifiesto que para Ferris hay dos tipos de monstruos: los buenos y los malos. No es de extrañar que la autora denuncie la situación de los hispanos, los negros o los indios americanos en su barrio natal. Así pues, Ferris hace una radiografía sociológica de los convulsos años 60 utilizando el asesinato de Martin Luther King o el movimiento hippie (coqueteo con las drogas de la jovencísima Karen incluido) como motor cuando la trama lo requiere.

Si Karen está representada como una niña-lobo, su amigo Franklin es un trasunto de Frankenstein. No es casualidad que los dos únicos personajes homosexuales de la obra sean quienes están caracterizados como monstruos. Por terminar de presentar al círculo cercano de la protagonista, afirmaremos que Karen crea a Sandy para que sustituya a su querida Missy. El dolor producido por el rechazo de su antigua alma gemela provoca que Karen construya una amiga imaginaria. Si hay un momento en el que Karen corta el lazo con la realidad (más allá de su apariencia física) es, sin lugar a duda, este.

A nivel gráfico, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra deslumbrante. Con la mera ayuda de bolígrafos Bic, Ferris realiza un trabajo tan original como encomiable. La composición de las páginas, el juego de perspectivas o la expresividad de los personajes son solo algunos de los puntos por los que esta obra ya merece cualquier tipo de elogio. Los rostros que forman parte de la narración están inspirados en personas que Ferris conoció a lo largo de su vida. No solo eso, sino que mediante un crowdfunding realizado mientras gestaba la novela, Ferris ofreció como incentivo incluir las caras de los potenciales patrocinadores. Ni que decir tiene que la iniciativa fue un rotundo éxito. Para escribir los textos y los diálogos, la artista estadounidense optó por utilizar rotuladores. Además, a modo de huevo de pascua, Ferris explica en la propia historia como utiliza formas geométricas para llenar la composición del plano con el objetivo de que el lector no se percate de ello. En definitiva, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra artesanal creada con muchísimo esfuerzo pero cuya siembra ha dado un fruto de absoluta autenticidad.

A lo largo de la obra vemos portadas de publicaciones inventadas por la propia Ferris. Por una parte, sirven como homenaje a las series de terror publicadas entre los años 40 y 50 por la editorial Entertaining Comics (y su archiconocido sello EC) y, por la otra, funcionan a modo de metáfora de lo que nos vamos a encontrar en las páginas siguientes. Puede que en una primera lectura se nos pasen otro tipo de detalles que Ferris fue dejando, como si de miguitas de pan se tratase, a lo largo de la novela gráfica. El reflejo en la pupila de Anka en la portada, diversos rostros ocultos o manchurrones de tinta, claro indicativo de que alguien más ha leído el diario… las relecturas se antojan necesarias para comprender la grandeza de Lo que más me gusta son los monstruos.

En conclusión, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra nada convencional que nos presenta a una protagonista (alter ego de Emil Ferris) a las puertas de la adolescencia. La antigua diseñadora de juguetes se toma su tiempo para contar una historia con un contexto riquísimo. Ferris construye un drama disfrazado de género detectivesco que se caracteriza por su profundidad y capacidad para conmover. La artista norteamericana traspasa su obsesión por los monstruos de la Hammer y los estudios Universal a Karen, quien los utiliza a modo de paraguas para soportar la crudeza de su día a día. Refrescante y tremendamente original, Lo que más me gusta son los monstruos pone en relieve diferentes tipos de abusos, así como la situación de las minorías. Un relato sincero que se ha convertido en un clásico contemporáneo y cuyo único hándicap es que desconocemos su resolución. Hasta entonces, esta joya del noveno arte oposita para entrar en un Olimpo ávido de autoras. Llegó la hora.

Fuente: Zona negativa

Recuerdos de un perrito de mierda, de Marta Alonso Berná

Marta Alonso Berná: La portavoz de los excéntricos

‘Recuerdos de Perrito de Mierda’ fue el asombroso primer álbum de Marta Alonso Berná, que un buen día cambió la informática y el arte conceptual por el cómic

Tereixa Constenla

TEREIXA CONSTENLA

01 AGO 2015 – 20:40 CEST

Dibujo de Marta Alonso Berná para la serie 'Viñetas al sol'.
Dibujo de Marta Alonso Berná para la serie 'Viñetas al sol'.

Marta Alonso Berná (Barcelona, 1971) es, de momento, autora de un solo cómic. Pero es probable que se trate de la dibujante que más libros ha firmado para perros.

Aunque las mascotas no guardan cola, tienen unos dueños obsequiosos que se ocupan de hacerlo por ellas. “Me llevan las fotos para que les dibuje y les dedique el libro a Chuchi o comoquiera que se llame el perro”, relata divertida. Marta Alonso Berná es la autora de Recuerdos de Perrito de Mierda (Dibbuks, 2014), surreal, naíf, hilarante y tierno cómic, que lleva de la carcajada a la mueca pasando por la sonrisa. Los protagonistas de esta tragicomedia son una catedrática de Filosofía llamada María Fuencisla, que escribe ensayos sobre “la percepción nonagenaria de la realidad”, y un chihuahua epicúreo llamado Sartre II. Y hasta aquí debemos leer.

El álbum es la respuesta que la autora se dio a sí misma. “Un día mientras iba por la plaza de San Ildefonso vi a una señora con una bolsa de la compra muy grande y un perrito muy pequeño, y me pregunté qué pasaría si aquella bolsa grande caía sobre aquel perrito pequeño”. Dibujó una historieta corta y ganó un premio. Luego hizo otra entrega y ganó otro. Y así, entre capítulos entrecortados y premios animosos, fue desenvolviendo una historia que, cuando de verdad tomó forma, fue a partir del nacimiento de su hija Leah en 2011. Un día que a la pequeña le preguntaron a qué se dedicaba su madre, balbuceó con paradójica claridad:

Nomadismo en cuerpo y alma

Marta Alonso Berná tiene espíritu nómada. Ha vivido en Angulema, Berlín, Nueva York y ahora se debate entre seguir en Olmedo (Valladolid) o trasladarse a Bristol. Las mudanzas también afectan a lo profesional. Estudió Ingeniería Informática y animación por ordenador. A pesar de que sus cortos recibieron premios, no acabó de convencerle una actividad donde solo era parte de una cadena y no dueña total de la obra. En 2010 se licenció en Bellas Artes. Intenta vivir del cómic y del dibujo. En 2013 participó en el libro colectivo ‘Nueve preguntas’ (Dibbuks) y, un año después, publicó ‘Recuerdos de Perrito de Mierda’ (Dibbuks).

—A perrito de mierda.

Se desconoce cómo encajó la revelación el interlocutor de Olmedo. Porque entonces la creadora se había mudado a la pequeña localidad (menos de 4.000 habitantes) de Valladolid, una parada exótica en la ruta que hasta entonces se había trazado por Berlín, Angulema, Madrid o Nueva York. Convengamos que elegir como protagonistas a un chucho —por más pedigrí que tenga— y una viuda —por mucha filosofía que maneje— resulta una excentricidad en estos tiempos. No parece que a Alonso Berná, que renunció a continuar una carrera en el mundo del arte conceptual —ha expuesto en Nueva York, Berlín, Madrid y Curitiba, entre otros lugares— y en la animación —a pesar del reconocimiento que obtuvo con sus primeros cortos—, le intimiden los seres raros, los giros biográficos o las tramas inverosímiles.

Su próximo cómic, Bárbara Maravilla, mantiene la onda: una mujer que se acerca los 40, que vive con sus padres, que trabaja como ingeniera informática y que es tímida hasta la tara, recibe de pronto un superpoder que pondrá su realidad patas arriba. “Está inspirado en alguien que conocí, que no se relacionaba con nadie y sólo salía de su casa para trabajar. Al final si no te relacionas con nadie desarrollas una forma de independencia, un tanto enfermiza, pero independencia”, reflexiona por teléfono. “En la cultura faltan mucho las voces de las mujeres, yo he conocido a muchas que me han llamado la atención por su independencia y que apenas están representadas”, añade.

María Fuencisla la filósofa lo es, aunque su estética convencional invite a confundirla con una atareada ama de casa sin más pasado que la vida doméstica. Tampoco la historietista se resigna a circular por un carril predeterminado por la vida. Quería hacer Bellas Artes y la rechazaron. Así que lo consiguió en su segunda intentona. Estudió Ingeniería Informática. Fue programadora sin convicción. Tanteó luego el mundo de la animación después de hacer un máster en Angulema. Expuso sus creaciones en galerías internacionales. Recibió algunos premios por sus cortometrajes (Papou&HoraciousWhy me, Why not you?) pero había algo que tenía que ver con la independencia que la desató definitivamente del mundo audiovisual. “Soy muy autora, y muy reticente a formar parte de una gran cadena. En el mundo de la animación vi que podía ser una pieza del engranaje, pero que no podía controlar todo el proceso ni el resultado”.

fuente: El país

‘Recuerdos de Perrito de Mierda’, de Marta Alonso Berná

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Editorial: Dibbuks.

Guión: Marta Alonso Berná.

Dibujo: Marta Alonso Berná.

Páginas: 132.

Precio: 16 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Marzo 2014.

Qué difícil es encontrar un calificativo adecuado para Recuerdos de Perrito de Mierda. Es difícil, pero lo es el mejor de los sentidos. Difícil porque no para de sorprender con su humor, con su planteamiento, con su surrealismo, con su rocambolesca historia y con sus trabajados y excéntricos personajes femeninos. Difícil porque es algo tan peculiar que una simple etiqueta no hace justicia a las pretensiones de Marta Alonso Berná en esta su primera novela gráfica. Podríamos quedarnos con «sorprendente», pero quizá eso lleve a algún lector a pensar que lo es en el sentido de descolocar al lector de mala manera. Y no es así. Podría usarse «entrañable», pero es que en la historia subyace una mala leche muy divertida. Y podríamos usar justo ese, «divertida», pero con eso no se alcanza a valorar en su justa medida el notable esfuerzo narrativo que hay en el tebeo, con varios flashbacks que van tejiendo una historia más compleja de lo que podría parecer en un primer y apresurado vistazo a sus páginas. Entonces, ¿qué es Recuerdos de Perrito de Mierda? Sobre todo, una rareza que esas que hacen que merezca la pena apostar por autores jóvenes que se presentan a los lectores de cómics.

Si no fuera por lo que ya adelanta su título, el arranque de Recuerdos de Perrito de Mierda apunta a que vamos a leer una comedia costumbrista sobre el chihuahua de una mujer mayor, pero un accidente cambia por completo la perspectiva de la historia y añade el surrealismo en el relato, ya de forma irreversible. Y es que si hay algo que destaca a lo largo de la lectura de esta novela gráfica es el cambio radical de perspectiva. Van cambiando los personajes centrales, cambia lo que se ve, cambia el tiempo en que se narra la historia. Todo cambia y, al mismo tiempo, sigue siendo lo mismo. Paradójico pero perfecto para explicar qué es exactamente Recuerdos de Perrito de Mierda. Porque, en realidad, nunca salimos del entorno de María Fuencisla, la dueña del perro. Y ese pequeño animal, de nombre Sartre II, no deja tampoco de estar presente en todo la narración. Y por eso, por mucho que ese surrealismo ya comentado parezca ser su principal característica (inevitable verlo de esa manera tras el memorable y sorprendente final que orquesta Alonso Berná), lo entrañable forma parte también de su esencia.

A eso contribuye su estilo como ilustradora. Es básicamente caricaturesco pero también, de nuevo, entrañable. No hay burlas hacia los personajes, hacia la cuadrilla de amigas de María Fuencisla que acuden en su ayuda en los malos momentos o en el retrato del pequeño animal que da título a la novela gráfica de una forma tan peculiar. Alonso Berná incluso se permite el lujo de reírse con el lector en su fantástica manera de mostrar el mundo onírico, integrando partes de los sueños de María Fuencisla en su propia narración (uno de los cambios más notables que afectan a la protagonista desde el punto de vista visual lo adopta precisamente en el final de esa secuencia). Además de las divertidas ilustraciones que compone, es más que notable el uso del color, tanto para personalizar los flashbacks como para dar emotividad a las escenas. De esta forma, Recuerdos de Perrito de Mierda no deja de sorprender en ningún momento con su decidida originalidad, y su apuesta por unos personajes muy poco habituales en el cómic contemporáneo y unos temas nada fáciles de tratar desde una perspectiva satírica. Porque, en realidad, la novela gráfica habla de la pérdida de los recuerdos y de la nostalgia, sólo que lo disfraza de una forma irresistiblemente divertida.

fuente: cómic para todos

Libros de 2019 que no te puedes perder

Se acaba el 2019 y como ocurre siempre por estas fechas, llegan las listas recopilatorias de lo mejor de lo mejor del año.

como no queremos ser menos, vamos a recomendar la lectura de algunos libros escritos por mujeres o que tengan una mirada violeta, que han sido publicados a lo largo de estos 365 días que pronto lelgan a su fin.

  • Nuestra parte de la noche de Mariana Enríquez: ser premio Herralde novela 2019 es un muy pero que buen punto para ponernos a leer esta obra de la autora argentina de la que se ha dicho:  «Mariana Enriquez es una escritora fascinante que exige ser leída. Como a Bolaño, le interesan las cuestiones de la vida y la muerte; su ficción nos impacta con la fuerza de un tren de mercancías» (Dave Eggers). Anagrama, quien edita la novela nos dice que en sus páginas encontraremos la herencia, el deseo de pervivir, la paternidad, el horror, lo íntimo y lo político. Una novela libre y osada, hechizante y genial.
  • Los testamentos de Margaret Atwood. La escritora del Cuento de la criada, novela convertida ya en un cláisico moderno, nos presenta la secuela de dicha novela, cuya acción sucede 15 años después. «‘Estimados lectores: Todo lo que me han preguntado sobre Gilead y su funcionamiento interno es la inspiración para este libro. Bueno, casi todo. La otra inspiración es el mundo en el que hemos estado viviendo», ha dicho la escritora sobre el libro.
  • Irmina de Barbara Yelin es una novela gráfica publicada por Astiberri que plantea esa pregunta que tantas veces nos hemos hecho: ¿Por qué en Alemania se permitió el ascenso del nazismo y se callaron sus barbaridades?“Basada en una historia real, esta conmovedora y lúcida novela gráfica evoca perfectamente la atmósfera opresiva de la Alemania en tiempos de guerra y reflexiona con compasión e inteligencia sobre la complicidad que resulta de la elección, consciente o no, de mirar hacia otro lado”. Paul Gravett.
  • El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, de Irene Vallejo. Este ensayo publicado por Siruela y  ganador del premio Ojo crítico de narrativa, galardón que concede Radio Nacional de España. El jurado ha declarado que la obra es “un viaje a la cuna del pensamiento y del conocimiento, a través de la historia de los libros. Una defensa del mundo clásico. Una narración basada en una investigación minuciosa que nos conduce a las raíces de las civilizaciones de Grecia y Roma, conectándolas con la actualidad”.

De regalo os proponemos un libro infantil

día del libro

En este 23 de abril recomendamos cuatro libros recientes escritos por mujeres:

  • La red púrpura de Carmen Mola. el último fenómeno de la novela negra vuelve tras La novia gitana con este nuevo libro en el que la inspectora Elena Blanco se enfrenta a una red que trafica con snuff movies.
  • Mandíbula de Mónica Ojeda. La escritora ecuatoriana nos presenta tras Nefando una novela inquietante que comienza con el secuestro de una alumna a manos de su maestra contado desde la perspectiva de la víctima.
  • Lectura fácil de Cristina Morales. Ganadora del premio Herralde, la novela tiene como protagonistas a cuatro mujeres con discapacidad intelectual, o que al menos son así consideradas por la sociedad.
  • Louis entre fantasmas de Fanny Britt con ilustraciones de Isabelle Arsenault. Novela gráfica intimista de algunas de las autras francesas más premiadas en los últimos años, que se centra en la manera en la que unos hermanos tienen que enfrentarse a sus probelamas familiares.